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jueves, 1 de marzo de 2007

Thomas Merton, una mirada (2).


La obra escrita de Thomas Merton, amplísima, puede dividirse para su mejor comprensión en tres etapas fundamentales. Una primera en la que escribió acerca de las Ordenes contemplativas, especialmente la propia (El Cister, la Trapa), la interioridad y la espiritualidad, con un estilo devocional, en el que ocupan un lugar central su autobiografía, antes mencionada, su primer diario publicado, “El signo de Jonás”, y títulos como “Las Aguas de Siloé” y “Ascenso a la Verdad”; esta última, un estudio sobre la espiritualidad de San Juan de la Cruz. A propósito de esto último hay que añadir que la espiritualidad carmelitana era muy afín a Merton y este conocía abundantemente la vida y obra de los santos del Carmelo. Para mostrarlo bastan unas sencillas estadísticas: en el ya citado “El Signo de Jonás”, diario de sus primeros años en el monasterio de Getsemaní, aparece 46 referencias a San Juan de la Cruz, 9 a Santa Teresa, 5 Santa Teresita, 6 Isabel de la Trinidad y alguna otra de Edith Stein, mientras 7 veces refiere a la Orden del Carmen como tal. Esta misma presencia carmelitana aparece en otras obras suyas, artículos y referencias biográficas.
Una segunda etapa en la obra de Merton estuvo centrada en los temas sociales que afectaban al mundo entonces, como la necesidad de la paz frente a la guerra y la violencia, el rechazo al racismo y la necesidad de ser sencillos y fraternos. Eran los años de la guerra de Viet Nam y la crisis de octubre, de la discriminación racial, y la carrera nuclear, y aunque Merton, nacido en Europa, había asumido la ciudadanía norteamericana, no por ello dejó de ser una voz crítica que desde su lugar en la Iglesia y a pesar de la incomprensión de muchos, trató de hacerse escuchar. De esta etapa podemos citar algunos títulos: “Semillas de Destrucción”, “Gandhi y la no violencia” e “Incursiones en lo Indecible”. Para Merton la ciudadanía propia, el lugar donde nacimos o vivimos, es parte de la llamada que recibimos de Dios:
“La nacionalidad de cada uno de nosotros debería llegar a tener un sentido a la luz de la eternidad”.
Finalmente una tercera etapa, en la parte final de su vida, cuando Merton se adentra en las sendas del ecumenismo espiritual, y estudia otras tradiciones religiosas como el budismo y el Zen. Algunos miran con suspicacia este período viéndolo como un alejamiento de sus raíces cristianas, pero al contrario, Merton hace una lectura de estas tradiciones desde su amplio conocimiento de la mística y la espiritualidad católicas, enriqueciendo así a unos y a otros, con títulos como “El Camino de Chuang Tzu”, “Místicos y Maestros Zen” y “El Zen y los pájaros del deseo”, este último a dos manos con el famoso Daisetz T. Suzuki.
Esta división es, por supuesto, relativa, ya que todos los temas están presentes a lo largo de la vida de Merton, e importantes libros suyos resultan difíciles de clasificar, como es el caso sus “Diarios”, o “El hombre Nuevo”, para algunos su mejor escrito, o “Cuestiones Discutidas” y toda su obra poética, también abundante, o su correspondencia, que suma unas diez mil cartas. Si revisamos los destinatarios de esta enorme cantidad de cartas, podremos vislumbrar más claramente la compasión que la vida contemplativa había despertado en Merton, por lo diversa y variada que resulta ser; de ahí que encontremos nombres como los papas Juan XXIII y Pablo VI, Helder Cámara, Martín Luther King, Jacqueline Kennedy, Ernesto Cardenal, Erich From, Tich Nhat Hanh, el Dalai Lama, y muchos otros.

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.