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sábado, 11 de agosto de 2007

El teólogo en la Iglesia.

La misión del teólogo en la Iglesia II
11.08.07 @ 14:36:38. Archivado en Espiritualidad, Iglesia
José M. Castillo
Ejemplo de sufrimiento: el 10 de septiembre de 1956, el citado Congar le escribía a su madre: “Me han destruido prácticamente. En la medida de su capacidad, me han destruido. Se me ha desprovisto de todo aquello en lo que he creído y a lo que me he entregado: No han tocado mi cuerpo; en principio, no han tocado mi alma; nada se me ha pedido. Pero la persona de un hombre no se limita a su piel y a su alma. Sobre todo, cuando este hombre es un apóstol doctrinal, él es su actividad, es sus amigos, sus relaciones, es su irradiación normal. Todo esto me ha sido retirado; se ha pisoteado todo ello, y así me han herido profundamente. Se me ha reducido a nada y, consiguientemente, se me ha destruido. Cuando, en ciertos momentos, repaso lo que había acariciado ser y hacer, lo que había empezado a realizar, soy presa de un inmenso desconsuelo”.
En estas condiciones, ¿qué misión tienen hoy los teólogos en la Iglesia?Ante todo, recuperar la libertad. Libertad para responder a las preguntas que la gente se hace en lo que se refiere a Dios y al sentido de la vida. Libertad al servicio de la misericordia ante tanta violencia y tanto dolor como vemos cada día. Libertad para decir al Papa y a los obispos que no se puede amar a la Iglesia si no se respetan los derechos humanos en la Iglesia. Hoy no se puede ejercer el papado y el episcopado como se ejercía hace cincuenta años. Lo primero que hay que hacer para amar a una persona es respetar sus derechos. El Papa, los obispos, el clero, le faltan al respeto a mucha gente, mientras predican que tenemos que amarnos todos. ¿Qué credibilidad puede tener semejante predicación?
En segundo lugar, cuidar la sensibilidad. Es decir, pensar muy en serio a qué somos sensibles y a qué somos insensibles. Cuando somos más sensibles a lo sobrenatural, lo divino, lo sagrado y lo religioso que a lo natural, lo humano, lo profano y lo laico, es que nuestra sensibilidad, quizá sin darnos cuenta, se ha alejado demasiado del Dios de nuestra fe, que es el Dios encarnado, el Dios que se ha revelado de tal manera en lo natural, lo humano, lo profano y lo laico, que, si no somos sensibles a todo eso, es que nuestra sensibilidad anda tan desquiciada, que ni nos damos cuenta de que ya no creemos en el Dios de Jesús.
En tercer lugar, aumentar la fidelidad. La fidelidad a la Iglesia. Porque sabemos que la teología se hace en la Iglesia y desde la Iglesia. Pero también sabemos que la Iglesia no es sólo la jerarquía. Antes que la jerarquía, como nos dijo el Vaticano II, la Iglesia es “la congregación de todos los creyentes que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de unidad y de paz”. Es verdad que la Iglesia no es la verdadera Iglesia, si se desprende de la jerarquía y, menos aún, si se enfrenta a la jerarquía. Pero una cosa es enfrentarse a la jerarquía y otra cosa es decirle a la jerarquía, por fidelidad al Evangelio, que tiene que amar, ella también, a la Iglesia que preside en la caridad. Un teólogo mundialmente conocido nos ha recordado, en uno de sus mejores libros, lo que Nicetas de Nicomedia (siglo xii) le escribía a Anselmo de Havelberg: “Si el romano pontífice, sentado en el alto trono de su gloria, quiere tronar contra nosotros y desde su alto puesto dispararnos, por decirlo así, sus decretos y juzga no por nuestro consejo, sino por su beneplácito y su propio arbitrio, de nosotros y de nuestras Iglesias y hasta impera sobre ellas, ¿qué fraternidad y hasta qué paternidad puede ser esa?” (El nuevo pueblo de Dios, Herder, 2005). El teólogo que nos ha recordado este texto se llama Joseph Ratzinger.Con lo dicho no se agota la misión del teólogo en la Iglesia. A todo eso, por supuesto, ha de unir el rigor científico y la honradez profesional. Pero, en cualquier caso, sin las cosas que he dicho antes, difícilmente un teólogo puede hacer hoy en el mundo y en la Iglesia lo que de él se espera y lo que creo que podemos exigirle. De no ser así, enseñará teología sin decir nada, es decir, en el silencio. Y sabemos que el silencio, ente este momento sobre todo, es una de las formas más brutales de violencia

1 comentario:

Manuel dijo...

Aunque este blog trata fundamentalmente de espiritualidad me ha interesado este comentario que leí en internet, y he querido compartirlo; es que definitivamente la espiritualidad se vive en iglesia, en esta iglesia, que es responsabilidad también nuestra. Y aunque pueden cuestionarse sus afirmaciones, deben también escucharse...por si acaso hay en ellas algo (o mucho) de razón.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.