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jueves, 30 de agosto de 2007

Henri Nouwen: Encuentro con un cuadro 3.


Y allí estaba yo, delante del cuadro que había estado en mi mente y en mi corazón desde hacía casi tres años. Estaba maravillado por su majestuosa belleza. Su tamaño, mayor que el tamaño natural; sus abundantes rojos, marrones y amarillos; sus huecos sombreados y sus brillantes primeros planos, pero sobre todo, el abrazo de padre e hijo envuelto de luz y rodeado de cuatro misteriosos mirones. Todo esto me impactó con una intensidad mayor de lo que nunca hubiera podido imaginar. Hubo momentos en los que me pregunté si el original no me desilusionaría. Todo lo contrario. Su grandeza y esplendor hacían que todas las demás cosas pasaran a un segundo plano. Me dejó completamente cautivado. Realmente, estar aquí era volver a casa.
Mientras muchos grupos de turistas pasaban rápidamente con sus guías, yo permanecía sentado en una de las sillas forradas de terciopelo rojo que están frente a los cuadros. Sólo miraba. ¡Ahora estaba viendo el original! No sólo veía al padre abrazando a su hijo recién llegado a casa, sino también al hermano mayor y a las otras tres figuras. Es un óleo sobre lienzo de dos metros y medio de alto por casi dos de ancho. Me llevó un rato darme cuenta de que efectivamente estaba allí, asimilar que estaba verdaderamente en presencia de lo que durante tanto tiempo había querido ver, disfrutar del hecho de que estaba sólo, sentado en el Hermitage de San Petersburgo, pudiendo contemplar El Regreo del Hijo Pródigo todo el tiempo que quisiera.
El cuadro estaba expuesto de la forma más adecuada, en una pared que recibía la luz natural de pleno a través de una gran ventana cercana situada formando ángulo de ochenta grados. Sentado allí, me di cuenta de que a medida que se acercaba la tarde, la luz se hacía más intensa. A las cuatro, el sol cubrió el cuadro con una intensidad diferente, y las figuras de atrás —que durante las primeras horas parecían algo borrosas— parecieron salir de sus rincones oscuros. A medida que transcurría la tarde, la luz del sol se hizo más directa y estremecedora. El abrazo del padre y el hijo se hizo más fuerte, más profundo, y los mirones participaban más directamente de aquel misterioso acontecimiento de reconciliación, perdón y cura interior. Poco a poco, me fui dando cuenta de que había tantos cuadros del Hijo Pródigo como cambios de luz, y me quedé durante largo rato fascinado por aquel gracioso baile de naturaleza y arte.
Alexei regresó. Sin darme cuenta habían pasado más de dos horas desde que se había marchado dejándome a solas con el cuadro. Con sonrisa compasiva y gesto de apoyo, me sugirió que necesitaba un descanso y me invitó a un café. Me condujo por los majestuosos vestíbulos del museo —la mayor parte del cual fue la residencia de invierno de los zares— hacia la zona de trabajo en la que habíamos estado antes. Alexei y su colega habían preparado una enorme bandeja llena de pan, quesos y dulces y me animaron a que lo probara todo. Tomar el café de la tarde con los restauradores del Hermitage no estuvo nunca en mis planes cuando soñaba con pasar un rato a solas con El Regreo del Hjo Pródigo. Tanto Alexei como su compañero me explicaron todo lo que sabían acerca del cuadro de Rembrandt y se quedaron intrigados por saber por qué estaba yo tan interesado en él. Parecían sorprendidos y algo perplejos con mis reflexiones y observaciones espirituales. Me escucharon muy atentamente pidiéndome que les contara mas.
Después del café volví al cuadro durante otra hora hasta que el vigilante y la mujer de la limpieza me hicieron saber, muy claramente por cierto, que el museo se iba a cerrar y que ya había estado bastante tiempo. (Cont....)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para la persona con un desarrollo espiritual cualquier realidad de su entorno puede convertirse en una nueva motivación para adentrarse aun más en las sendas de la contemplación y la nueva visión. Puede ser un cuadro, una música, un paisaje, un encuentro; puede ser un obstáculo, un error, una desgracia. Estas lecturas nos ayudan a hacer consciente nuestro propio itinerario espiritual. Gracias.

Analía dijo...

que ganas me dieron de leer este libro! Me hace pensar en muchas cosas. Cuánto uno puede descubrir esa Presencia de Dios en todas las cosas.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.