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viernes, 31 de julio de 2015

LA VERDADERA SOLEDAD

"La gran tentación del hombre moderno no es la soledad física, sino la inmersión en la masa de otros hombres; no es la huída a las
montañas o al desierto...sino la inmersión en ese océano informe de irresponsabilidad que es la masa. Actualmente no hay soledad más peligrosa que la del hombre perdido en una masa, que no sabe que está solo y que tampoco actúa como persona en una comunidad. No afronta los riesgos de la verdadera soledad ni las responsabilidades que ésta implica, al tiempo que la masa lo ha liberado de todo las demás responsabilidades. Con todo, en modo alguno está libre de preocupaciones, está cargado con la angustia difusa y anónima, los miedos indecibles, los apetitos mezquinos e insoportables y todas las hostilidades omnipresentes que llenan la sociedad de masas como el agua llena el océano.


El mero hecho de vivir en medio de otras personas no garantiza que vivamos en comunión con ellas. ¿Quién tiene menos que comunicar, que el hombre-masa? Muy a menudo, es el solitario quien tiene más que decir; no porque use muchas palabras, sino porque lo que dice es nuevo, sustancial, único: es propio de él. Aún cuando diga muy poco, tiene algo que comunicar, algo personal que puede compartir con otros. 

El constante clamor de palabras vacías y ruidos de máquinas, el contínuo zumbido de altavoces, termina por hacer casi imposible la verdadera comunicación y la verdadera comunión. Cada individuo en la masa está aislado por espesas capas de insensibilidad. No se preocupa, no escucha, no piensa. No actúa, sino que es empujado. No habla, sino que produce sonidos convencionales cuando es estimulado por los ruidos apropiados. No piensa, sino que segrega tópicos.

Una persona no se aísla por el mero hecho de vivir sola y tampoco se produce la comunión entre los seres humanos por el mero hecho de que vivan juntos. No hay más soledad verdadera que la soledad interior y ésta no es posible para quien no acepta su justa situación en relación con los otros...La soledad no es separación."

THOMAS MERTON. Nuevas semillas de contemplación. 

  

jueves, 23 de julio de 2015

DICCIONARIO DE THOMAS MERTON

"Un diccionario sobre un hombre, -especialmente sobre alguien que
murió cuando tan solo contaba 53 años de edad, cuya carrera como escritor fue solo de 23 años tras haber alcanzado un lugar prominente en 1948 con su autobiografía La montaña de los siete círculos; un hombre que pasó la mitad de su vida en la clausura monástica más estricta de sus días, oculto en recónditas colinas boscosas del Kentucky rural- resulta del todo inusual. Pero Thomas Merton era una persona muy poco usual. En las palabras de su amigo Guy Davenpor, Merton poseía
... 'un espíritu verdaderamente ecuménico. Cuando escribía sobre los shakers, era un shaker. Leía con perfecta empatía: durante horas era Rilke, Camus, Faulkner. Me pregunto si hubo jamás una imaginación tan proteica como la de Thomas Merton. Podía ponerse una tarde a bailar al compás de Bob Dylan en una rockola de Louisville. comenzar a charlar una hora más tarde con James Laughlin sobre el surrealismo en la poesía latinoamericana, rezar su oficio en el vehículo de regreso a Ghetsemaní, y pasar la tarde escribiendo a un mulá de Pakistán sobre técnicas de meditación.'

Era un hombre capaz de sentir una profunda fascinación por un abanico amplísimo de temas. No hay más que observar el rango de su producción literaria y artística -numerosas obras de prosa, colecciones de ensayos y cartas, volúmenes de poesía y diarios personales- para hacerse una pequeña idea de ello. A Thomas Merton le caracterizaban sus extraordinarios entusiasmos.

La biblioteca personal de Thomas Merton, ubicada en el Centro Thomas Merton de Louisville, Kentucky, que es el repositorio oficial de su legado literario, ofrece la posibilidad de reconocer la profundidad y el alcance de sus intereses, con títulos que cubren un vasto elenco de cuestiones en numerosos idiomas.

Del mismo modo, asomarse a los índices de sus diarios permite a los lectores apreciar la mente enciclopédica de Merton. El listado de las personas con quienes mantuvo correspondencia epistolar es sencillamente asombroso y el Centro Thomas Merton cuenta en su haber con más de 2,100 nombres y una correspondencia que supera las veinte mil cartas individuales, abraza los cuatro rincones del globo e incluye las que cruzó con Boris Pasternak en el norte, Nicanor Parra en el sur, D.T.Suzuki en el este y Evelyn Waugh en el oeste. Por lo demás, entre sus corresponsales hayamos Papas, presidentes, o galardonados con el Premio Nobel, hasta niños en edad escolar, para todos los cuales encontraba tiempo de responder por escrito.

Un hombre tan plural y complejo exige un diccionario para ayudar a sus lectores a abrirse paso entre sus libros, sus inquietudes y su vida. Y la obra que ahora tienes en tus manos es una mina de oro para cuantas personas sienten interés por Merton.....

La última épica poética de Thomas Merton, La Geografía de Longraire, que quedó inconclusa en el momento de su muerte, une en su poesía el norte, el sur, el este y el oeste, y en realidad, todos los tiempos, lugares y culturas, con su propia historia personal en una única gran visión universal. De manera similar, este Diccionario constituye una herramienta para ayudarnos a comprender la anchura y la profundidad - la unidad, en suma-, de este hombre de caracter realmente enciclopédico."

PAUL M. PEARSON, Director Centro Thomas Merton. Presentación a la edición en lengua española del Diccionario de Thomas Merton. Ediciones Mensajero. 2015.

miércoles, 22 de julio de 2015

CONSEJO..

"¡Tiempo de sobra! ¡Tiempo de sobra!
No te desnuques para hacer cosas
antes de que la próxima cosa ocurra."

THOMAS MERTON

viernes, 17 de julio de 2015

MÁS FRASES DE THOMAS MERTON.

“La dedicación a Dios en la vida religiosa no puede ser un pretexto para intentar la evasión, sino que, por el contrario, ella compromete al hombre mucho más irrevocablemente a tomar
una posición y a dar un testimonio en el mundo de su tiempo”.

“No hay nada en el mundo tan importante como el diálogo realmente vivo entre los seres vivos, los hijos de Dios, porque su diálogo no puede existir sin la intervención de Dios mismo”.

“Dios no se separa nunca de los hombres, porque Dios y el Hombre son uno en Cristo”.

“Lo que importa en el sacerdote, hombre de Dios, es su humanidad, porque él prolonga, más que todos los demás, el misterio de la Encarnación”.

“Yo no me creería un verdadero monje, un verdadero sacerdote, si no fuera capaz de sentir en mí  mismo todas las revueltas y todas las angustias del hombre moderno. Pero es necesario sentir todo esto, sufrir todo esto, pero no aislado y a la deriva, sino con Cristo que lo ha soportado todo y que lleva todo en nosotros”.

“Lo único que puede liberarnos es Cristo, pero no lo encontramos simplemente a través de las evasiones fáciles, de las renuncias pasivas. No podemos encontrarlo realmente por medio de una abdicación, porque encontrar la Verdad supone la fidelidad más heroica a todos sus reflejos en nosotros mismos, comenzando por aquellos que nos muestran nuestra propia miseria y la de los demás”.

“Tómese un poco más de tiempo para ser usted misma y encontrará sigilosamente, oscuramente, a Cristo”.

La religión no es sólo, ni principalmente, el culto; es, para empezar, amicitia, porque religión quiere decir vínculo; los vínculos de la amistad. Esos vínculos que crean la paz y que también liberan. El mundo tiene mucha necesidad de ello y no de mucho más”.

“Es más sabio querer menos cosas con la voluntad y, por consiguiente, dejarse llevar al paso profundo y calmo de la vida, y de la gracia”.

Thomas Merton


viernes, 10 de julio de 2015

SOBRE LA MONTAÑA DE LOS SIETE CÍRCULOS

En la revista SUR, del año 1950, apareció un artículo que comentaba la edición de Sudamericana de la autobiografía de
Thomas Merton, “La montana de los siete círculos”, firmado por Mario Albano. Reproduzco algunas ideas que creo resultarán de interés a quienes se acercan hoy a este libro, el más famoso del monje trapense.

Este es un libro autobiográfico. Comprende los primeros treinta años de vida de Thomas Merton, un joven escritor que conoció todo cuanto puede conocer un hombre que posea inteligencia y dinero (o que ciertas contingencias personales le permitan recorrer mundo; lo lleven, por ejemplo, a la Capilla Sixtina, al Louvre, a Cambridge, a Columbia University, a la Habana) y que ahora, convertido al catolicismo, es cartujo en el monasterio de Gethsemaní, Kentucky. En resumen: es el testimonio de esa aventura deslumbrante y a menudo durísima que es la juventud de un hombre; aventura que en Thomas Merton se perfila como la búsqueda, el tanteo, el padecimiento y el hallazgo de Dios. Por su argumento, es una crónica y una confesión (debido a ello, sin duda, ha sido un betseller en Norteamérica); por su tono, llega a ser un alegato, y en algunos capítulos, un himno purísimo. Constantemente suscita la reflexión, la polémica. Está bien escrito, en una prosa natural que se adapta sin esfuerzo a las sinuosidades del pensamiento y comunica poder e interés a las cosas que describe. Una prosa, en fin, de quien no siente ya la necesidad de redondear sus palabras y está empeñado, por eso mismo,  en la más difícil tarea de expresar su espíritu con fidelidad”.

Luego, el autor desgrana sus objeciones, también de interés, que creo fueron suscritas años más tarde por el propio Merton; dice que el libro, a pesar de lo dicho antes, no le convenció plenamente, por su catolicismo proselitista y encendido.

“Hay en el autor una escrupulosidad excesiva de converso; como muchos apasionados, es demasiado estricto para no ser unilateral. A menudo, cuando expone sus sentimientos e ideas, se aleja de ese vasto universo de contrarias armas, de ese constante y complejo matrimonio de cielo y tierra que es el catolicismo. Desde su celda el monje repudia su paso por el mundo, sus idas y venidas por tantas ciudades diferentes. Muchas cosas que podrían regocijar a un cristiano son señaladas en La montana de los siete círculos como algo obvio y superable, aunque no siempre superado. Las grandes capitales, la camaradería bulliciosa y áspera que se improvisa entre los jóvenes, el hallazgo deslumbrante del amor, son evocados con demasiada frecuencia en sus aspectos inevitablemente penosos, y pocas veces en sus también inevitables aspectos magníficos; como si todas las experiencias humanas no fueran un pretexto para ir hacia Dios sino un pretexto estéril, sin finalidad y grandeza. Comprendo que su punto de vista es cristiano; por eso quiero recordar que la soledad cristiana, en sus más altas expresiones, es una superación, y no un desdén; una levitación, y no una huida; entre otras causas, porque en este mundo ha acontecido la encarnación del Dios de los cristianos, y porque, de todas las formas de contemplación, una de las más válidas es esa forma de activa contemplación divina que, según los teólogos, se llama caridad. Sí, Hay demasiado repudio en el cosmos de Merton. Una especie sutil de repudio, no siempre perceptible en algunas páginas, pero que surge a lo largo de su testimonio. También conviene subrayarlo porque La montana de los siete círculos es, ante todo, un libro de recuerdos mundanales y está dirigida a los hombres que viven en el mundo”.

Para terminar, reconoce el autor que el libro de Merton “es una obra lúcida e intensa” en la que encuentra el lector muchos hallazgos, y a pesar de su  mirada crítica cree ver en esta obra “una absoluta vocación por las cosas que Dios ha establecido en el mundo”, frente a quienes amenazan siempre con desertar de él.

Merton conoció el artículo de Mario Albano, y testimonia en una de sus cartas que lo leyó con agrado; es indudable que la visión de Merton fue cambiando con su propia maduración espiritual,  y él mismo acabó no reconociéndose en lo que escribió en su autobiografía, y asumiendo una mirada más amable y compasiva sobre el mundo que le rodeaba y el tiempo que le tocó vivir.


viernes, 3 de julio de 2015

SOLUCIONES...

“Las verdaderas soluciones no son las que imponemos a la vida conforme a nuestras teorías, sino las que la vida misma ofrece a los
que se disponen a recibir la verdad. En consecuencia, nuestra tarea es disociarnos de todos los que tienen teorías que prometen soluciones claras e infalibles, y desconfiar de todas las teorías semejantes, no con espíritu de negación y derrota, sino más bien confiando en la vida misma y en la naturaleza, y, si usted me lo permite, en Dios sobre todo. Pues desde que el hombre ha decidido ocupar el sitio de Dios, se ha mostrado como el más ciego, el más cruel, el más mezquino y el más ridículo de todos los dioses falsos”.


(THOMAS MERTON, Incursiones en lo indecible, 50)             


Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.